domingo, 22 de marzo de 2009

El editor

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Esta versión surgió mientras tomábamos café en un restaurante en Atzcapotzalco. El poeta me trataba como a su lacayo y su secretario; mi góber precioso, me decía. Se sentía el hijo del Conquistador y de la Malinche, quizá por sus apellidos y piel morena, sus ojos azules ocultos tras unos lentes Dolce & Gabbana, trataba como un déspota. Esto y su maldita manía de dictarme cada punto y acento lo hacían aborrecible. Traía sus apuntes previstos sobre papeles infestos, en servilletas y envoltorios de cartulina mal doblados, “manchados de odio y mayonesa”, con su bufanda de seda estúpida, vestido todo de negro, impecable el muy truhan. Al final calificó de bohemia la sesión, rompió sus papeles y los abandonó en la basura. Días después le mostré el resultado y no se reconocía en estos escritos, apenas reconocía la amistad –y eso por las cuentas que siempre me debía–..., me prohibió usar su nombre. Quizás algún día vuelva en sí como Nabucodonosor y reclame sus glorias. A veces pienso que sus escritos me están contagiando de su locura y de su soledad, yo no los negaría si fueran míos y soy muy cobarde para robárselos a mi amigo. Hace unos días lo vi en Coyoacán con la mirada perdida en el cielo, era noche de estrellas, me platicó que había embarazado a una joven de veinte años que conocimos mientras probábamos un emparedado sabor desinfectante. Ella lo abordó y sin más lo beso, así se conocieron, frente a mis ojos como testigos. Ahora dice que se casarán, que su vena poética languidecerá sin remedio... Lo presiente, lo profetiza: “se fue todo a la chingada”.

León de Dios Hernán Cortés Malintzin



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Desde sus ventanas
los ancianos de la tribu
contemplan los juegos,
las caricias y las peleas
de amor
de su juventud y niñez perdida.

Viejos dioses,
decrépitos ídolos que en su hora
saborean la inmortalidad
de los instantes de dicha.

Ahora,
humillados en su dolor,
observan la piel que los envuelven:
                cortinajes sobrantes
                de un templo saqueado.

Viejos dioses,
decrépitos, ídolos que en su hora
saborean la inmortalidad
de los instantes de dicha.



***


  

Gente de mi país,
de esta soledad unánime y planetaria.

No temáis
por nosotros no vendrán
los cuatro jinetes del Apocalipsis.
Vendrá algo más terrible y espantoso,
algo capaz de oxidar la sangre
y hacer chatarra nuestros huesos,
vendrá el escalofrío,
astillas de hielo brotando por todo el cuerpo,
cuatro enfermeros,
con sus bozales manchados de odio y mayonesa,
cuatro rematadores blandiendo sus martillos
y un nauseabundo olor a muerte,
vendrá la muerte,
con olor a desodorante barato.

Cuatro loqueros
a arrancarnos de la cama
mientras clavamos los dientes y las uñas en el piso,
a arrastrarnos en la calle en medio de un deplorable y bochornoso espectáculo,
vendrán
para que nuestros vecinos nos contemplen desde sus ventanas
muertos de la risa.



***


Noche a noche
Arriban los cuatro jinetes del Apocalipsis
la gente,
aterrada,
como el paso de un tren cargado
de almas insepultas.
Se tira de la cama
y apoya su oreja en el piso.

¿Qué es ese ruido
que detiene su galopar
al borde de nuestro miedo
y el muro de la casa?

De pronto
alguien desmonta y camina hacia la puerta.

¿Llegó la hora?
¿Será el momento de despedirse del gato,
de la colección de estampillas y de los discos de acetato?

No,
no pasa nada.

Solamente
se escucha el orinar
de un jinete borracho.

Y así
por toda la eternidad
deseando oscuramente que
el horror:
El verdadero horror se manifieste
y con restos de orina perlada en las botas.

Un día de estos
se atreva a patear en la puerta.



***


En el país de las tinieblas es necesario que amarres tu corazón a un poste antes de penetrar en algún cuerpo.
Al salir,
lo encontrarás sollozando
por la comunión que creíste tener y no la tuviste.
En estos lechos no hay orgasmos,
apenas,
espasmos,
adelanto de lo que nos envía la muerte.



***


Alguien camina en el cielo

Alguien
me atormentan con sus pasos
Y me contagia con su insomnio

Basta ya
Viejo Dios

Apaga la luz
Y acabemos pronto



***


Al amanecer escucharas voces de murmullos como coros de radio mal sintonizadas
O lamentos de amor mal elegido
Jadeos de llamada profética que reitera tu soledad
Tu vena más desesperada

Porque sabes
que aquí no hay cuerpo
no hay alma
no hay nada
solo ruido

Rumbbb      trrraprr-rranch      chaz
Over



***


La musa es
yo la conozco
—No la he visto en el cristal de la ventana—

En cada letra muerta
tengo de ella suspiros olvidados

Creo que la manoseé
algún día
entre tus manos yertas
—Terciopelo—

Sólo creo
También creo que no la vi.



***


Por aquellos parajes
encontraras el único lugar
donde no se puede contemplar
el fin de la tierra

Todo hermoso

Un paisaje
lleno de delirios y palmeras

De pronto
tienes que frenar a raya
porque has llegado al límite
al lugar dónde acaba todo

Al borde de tus zapatos
de las torpes uñas que se resisten
comienzo de eternidad
el morir monótono

El vacío



***


No es escritura arquetípica
no de la corriente
de fulanito de tal
¿de sal?
Tal vez de sal soy
tal vez de barro      si quema
de leche de cabra
de gélidos susurros
¿Inspiración?
—Me ofende—
las musas me llaman
para abofetearme
y bailan conmigo para atarme a la cama y no existen
me tienen calado      lo sabes
Cicatrices de un tiempo oxidado y enmohecido posan
sobre nuestras heridas sin cura

puertas feamente clausuradas en los huesos de la sien y el corazón.


 
 
  
***
 
  

En mi hora última
el tiempo se desangra
en imágenes múltiples,
historia que encierra
mi hálito presente.

Golpea mi llanto
en el espejo de tu silencio
elevo a gritos la voz —que huye de mi cuerpo
y me deposita en el sueño—, maniatado en mis sentidos, anegado en mis pensamientos,
presa del ayer y de todos los instantes
que no pertenecen a las horas.

En este sollozo de luna
de oscuridad delirante
invoco la luz de tu palabra:
Dios que traspasa mis sueños.

 

***



Carta a Madame Butterfly, quien es la mismísima Mujer Oruga, por bella y andrajosa

Me devuelves la confianza que pierdo en cada línea que escribo. La lista donde uniría tus catapultadores elogios es larga, al mismo tiempo que sospechosísima.
De antemano sé que ya es aberrante verter en plural tu nombre. Tú dirías que no todas son iguales, y yo: que la mentalidad femenina responde a un reflejo moderado que exime las sutilezas orgánicas y los vínculos espirituales que afloran en cada esquina de la tilde del grafismo escritural, no que no los detecte, al contrario, lo que para ella es pan comido y esparcimiento, para él es sangre, carne, cuerpo que requiere ser transformado y elevado después de que se le encerró en esa celda-tumba que es la letra. ¿Recuerdas la risa a medias de los niños pequeños? No me dijiste, bien a bien, porque lo hacen, pero hay algo de su risa en ustedes y que me pareció monstruoso, ¿será que uno ríe siempre por reflejo involuntario y que únicamente entre iguales se logra el entendimiento? El ideario femenino parece atragantarse siempre, es una garganta profunda que lo devora todo, sin embargo también es quien nos remonta en vuelo desde el polvo de esta musculatura terrena para trasformar lo espiritual y lo delicatesen en roca y escultura, en edificio y cielo. Tampoco te precipites, todos llevamos a nuestro Sansón y Dalila adentro, pero hay sus sutilezas.

 


***



 
En el país de las tinieblas
Los muertos padecemos de sobretiempo, desganados
miramos la sucia ventana por donde ha de llegar la luz y chutarnos de sobreculpa
escalofríos
de sombra
ciegos,
con las lenguas en llamas
palpamos la vena por dónde ha de penetrar el rayo, la eyaculación del ángel, fluida como una víbora eléctrica.



 
***



Una noche de lluvia de estrellas,
caía ceniza lenta sobre las almas
como áspero polvo de planeta estallando en difuntos.


Introduje una mano bajo mi piel como quien busca algo querido y secreto, me arranqué el corazón para que una bella lo sostuviera. Al tomarlo vi como las líneas de su mano se impregnaban en mi destino como marcas talladas en la pared de un presidio. Quiero saborear la crueldad, dijo la bella, quiero conocer el dolor.


Acepté, entonces los dos escuchamos la única música que existe sin sonido; esa que después de mojar los cuerpos, baja hasta las raíces y moja la tierra.


Allí bebe su relámpago el cuchillo, fruto solitario del árbol del amor.




***



Amado de mi alma
algo tenemos de amor y muerte,
de infinito y eterno.


Abracemos la existencia
hasta reencontrar nuestro paso.
Manos,
vuelo de la caricia,
que no explica el abismo
del que somos parte,
¡amoroso abismo el de tu piel remota!
dictas la sentencia de la espera infinita.


Algo tenemos de Dios y de diablo,
de materia y odio,
de amor y espíritu.


El tiempo sin respuesta
me devuelve la calma para volar
hasta tu canto.
Semilla de la existencia
que nace en el desierto
y me transforma en pétalos cristalinos
de una flor inmortal,
aroma que es la resonancia
de los altares divinos.


 

Este poema es para alcanzar la inmortalidad dice el poeta. Lo escribe y lo dedica a mí persona. Él es el loco y yo soy el loco, algún día me comprenderá.